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La salud empieza en los pies
Muchas personas evitan mostrar sus pies. Los encierran en zapatos que no permiten apenas que les dé la luz o que puedan respirar, argumentando que son deformes, feos y un sinfín de descalificativos.
Cómo cambiarían de opinión si descubrieran que esta parte del cuerpo tan alejada de los ojos tiene una identidad propia relacionada con su personalidad, que puede transformarse según el trato que se les dé, o si supieran que cuidándolos podrían aliviar muchas dolencias.
Los pies otorgan al resto del cuerpo la capacidad de estabilidad, la posibilidad de desplazarse cuando se quiere llegar a un objetivo y la velocidad para aproximarse a aquello que se desea o para retirarse cuando algo no gusta o amenaza.
De modo erróneo y de forma muy frecuente solemos atribuirnos la posesión de "nuestros pies", "nuestras manos", "nuestro cuerpo", sin comprender que somos nuestros pies, somos nuestras manos, somos nuestro cuerpo, al igual que una hoja es el árbol, una rama es el árbol, un tronco es el árbol o una raíz es el árbol.
La diferencia estriba en que "poseer" da la opción de desechar, eliminar o tirar aquello que no se quiere. Y es obvio que no podemos cambiar de pies, manos o cuerpo como el que cambia de camisa o de zapatos.
En el mismo instante en que una persona comprende esta realidad empieza a valorar y a cuidar cada una de las partes que es.
Los pies son relativamente pequeños comparados con el resto del cuerpo, pero estructuralmente complejos y arquitectónicamente perfectos, pues garantizan la mayor estabilidad y movilidad posibles.
Cada pie está formado por 28 huesos estratégicamente distribuidos que le proporcionan una amortiguación impecable, así como 19 músculos, 33 articulaciones y más de cien tendones.
Cuentan con inervación nerviosa, un entramado vascular extraordinariamente complejo, un tejido adiposo capaz de soportar el peso corporal y una piel con el mayor grosor de todo el cuerpo.
El pie humano puede considerarse como una estructura muscular en su conjunto. La extremidad del ser humano es mucho más grande que la de cualquier cuadrúpedo.
El conjunto de músculos flexores y extensores de la pierna extienden y flexionan el pie, rotan y hacen girar el pie, mantienen el peso corporal y ayudan a mantener la posición erecta de todo el cuerpo.
El pie del ser humano constituye un auténtico diseño de ingeniería mecánica, capaz de cumplir dos importantes funciones: por un lado constituye la base que sostiene el cuerpo durante mucho tiempo, y por otro lado permite el desplazamiento.
El conjunto de estructuras que constituye el pie (huesos, ligamentos, tendones y músculos) permiten andar, correr o saltar repartiendo el peso alternativamente en uno y otro pie mediante el arco plantar y el arco transverso. De este modo se evita la concentración de todo el peso sobre un solo punto de apoyo.
La sensación de bienestar o comodidad de los pies no debería ser un estado circunstancial ligado a un determinado tipo de calzado o a un tratamiento, ya que es, de hecho, su estado natural.
Si los pies hacen sufrir es porque se está produciendo un desequilibrio funcional o reflejo que se ha de atender.
Afecciones, trastornos o molestias de múltiples tipos que se padecen en otras zonas del cuerpo, y con frecuencia muy alejadas de los pies, pueden tener su origen en ellos.
En ocasiones, un apoyo inadecuado sobre los pies provoca que el cuerpo se adapte buscando una postura no dolorosa, lo que frecuentemente se traduce en problemas en la columna vertebral.
Según los casos, puede repercutir también en cualquier otra zona del cuerpo por vía refleja, como demuestra de forma empírica la reflexología podal.
No se puede gozar de buena salud si los pies no se encuentran en una óptima condición estructural y funcional.
Cuando los pies están mal, causan sufrimiento a lo largo de la vida, y muy especialmente si se tiene que estar en movimiento: el sufrimiento irrita y agota el sistema nervioso provocando una mala inervación y tono nervioso en todos los órganos y vísceras del cuerpo.
Es muy frecuente oír decir "cuando me duelen los pies, me duele todo el cuerpo" y así es: en la planta de los pies hay muchas áreas reflejas que se encuentran comunicadas con todo el cuerpo y el dolor o molestias en los pies repercute sobre él.
Los pies requieren una higiene particular y mayor atención de la que habitualmente se les presta.
Su cuidado no se debería limitar a la ducha o baño diarios, ni tampoco al cuidado quincenal de las uñas o la visita ocasional al podólogo o pedicuro.
El cuidado del pie comienza con una minuciosa observación diaria, un secado concienzudo tras el baño o la ducha, una hidratación mediante un agradable automasaje con productos adecuados y, muy especialmente, una selección acertada del calzado.
Es frecuente observar en los pies roces, durezas, callos, uñas mal cuidadas o deformes por tener que soportar presiones al andar o por una inadecuada selección del calzado... todas ellas manifestaciones que revelan no solamente el estado de los pies en cuestión, sino características de la persona, cómo se cuida o qué nivel de autoestima se prodiga.
Maltratamos los pies con un calzado demasiado apretado, con suelas excesivamente finas o de goma, o bien con tacones de vértigo.
Al forzarlos a caminar de forma antinatural, pueden aparecer callos, juanetes y deformaciones de los huesos y la columna vertebral.
Las zapatillas deportivas de diseño se han convertido con excesiva frecuencia en el tipo de calzado más usado entre los jóvenes y no tan jóvenes, hasta el extremo de que muchas personas no usan otro tipo de calzado. El confort o comodidad que proporcionan no es siempre lo más adecuado para el pie.
Una base excesivamente blanda perjudica muy seriamente y en muy poco tiempo diferentes estructuras de los pies. Por ejemplo, disminuyen el tejido graso de las plantas.
Al disminuir su espesor las diferentes articulaciones se ven expuestas a impactos demasiados traumáticos que perjudican a la estructura ósea y a los diferentes grupos ligamentosos y tendinosos que se encuentran en el pie.
La aparición de lesiones cuando se deja de utilizar este tipo de calzado resulta muy frecuente. Además, su uso continuado favorece los problemas vasculares al reducir la capacidad funcional de la bomba de retorno venoso localizada en la planta del pie.
Las diferentes articulaciones, el arco plantar longitudinal y el arco plantar transversal generan normalmente una presión alternada sobre los trayectos venosos impulsando la sangre de regreso al corazón.
Un modo de prevenir la disminución del tejido graso del pie es usar calzado con suela de cuero de modo habitual, así como caminar descalzo sobre cualquier superficie.
Aunque se note dificultad, hay que tener en cuenta que los pies están diseñados para esta forma de caminar.
El calzado más adecuado es aquel que respeta la anatomía del pie sin ningún tipo de limitación funcional.
La presencia de durezas o callosidades en los pies no solo son consecuencia de un calzado o una postura inadecuados.
En ocasiones estas formaciones de queratina indican estados anímicos o emocionales que reclaman atención.
Su lectura permite comprenderlos y tratarlos mediante reflexología podal:
Algunos cuidados habituales de los pies mejoran su higiene y su salud:
Un pie en condiciones normales es elástico, indoloro y cálido. Un pie con callosidades o cualquier otra manifestación indica un desequilibrio estructural u orgánico.
Para hablar de las variaciones del pie, tomamos como referencia las características de un pie sano:
"Procura entrar con buen pie", "La vida está llena de tropiezos", "Si deseas seducir a una diosa, ¡póstrate con humildad a sus pies!"... Son frases que hemos podido oír o utilizar en más de una ocasión, de forma metafórica y sin más trascendencia, que hacen alusión explícita a los pies.
De poco serviría mantener el cuerpo fuerte si nuestra base de sustentación no soportara el cuerpo debido a deformaciones o por debilidad estructural.
Los pies son los pilares que hacen posible la estabilidad y nos ofrecen la capacidad de desplazarnos a lo largo de la vida.
Qué reducidos quedarían muchos de los deseos que continuamente tenemos de visitar un lugar o sencillamente de desplazarnos de forma cotidiana de un lugar a otro si nuestros pies no lo permitieran por el dolor. Calcular cada cuántos metros hay un banco para sentarse es habitual en las personas aquejadas de dolor de pies.
Existen diferentes técnicas que ayudan a que los pies permitan llegar a los objetivos, así como ejercicios que fortalecen las estructuras, relajan los músculos y alivian las dolencias más frecuentes.
Realizar algunas de estas maniobras reflexológicas sencillas tiene múltiples beneficios, y ayuda a mejorar el estado de ánimo y la salud general.
Para empezar la sesión, los pies se introducen unos minutos en agua tibia con un pomelo partido por la mitad.
El agua a temperatura corporal ejerce una acción sedante y relajante.
El pomelo actúa sobre la piel como vasodilatador y desodorante.
Con los pies paralelos (o cruzando las piernas si estás cómodo) extiende el pie como si quisieras apretar el acelerador.
Una vez extendido, intenta estirar también los dedos. Repite el ejercicio veinte veces.
Después, efectúa el movimiento contrario, aproximando el pie hacia ti y estirando los dedos en la posición de máxima flexión. Repite este ejercicio veinte veces.
Con los pies paralelos, levanta los bordes interiores lo más alto posible. Repítelo veinte veces.
Procura estirar los dedos y notarás cómo la acción sobre los ligamentos se extiende a la pierna.
Una vez realizado el ejercicio invierte la posición de forma que la parte externa del pie se despegue del suelo.
Al igual que en el movimiento anterior, extiende los dedos.
Colocando sobre el suelo una alfombra o toalla, dispón sobre ella unas cinco canicas y cinco lápices.
Sentado en una silla intenta recoger las canicas y los lápices, y pasarlos del lado derecho al izquierdo con el pie derecho.
A continuación, hazlo del lado izquierdo al derecho con el pie izquierdo.
Este ejercicio se realiza dos veces con cada pie.
Para empezar una sesión de automasaje, extiende crema hidratante sobre el pie, desde los dedos hacia la pierna.
Sobre el dorso y la planta realiza un amasamiento digital suave, siempre en el mismo sentido ascendente.
Este masaje beneficia al conjunto de tendones que recorren el dorso de los pies procedentes de la pierna.
Sobre la planta del pie se realiza un amasamiento con los nudillos incidiendo muy especialmente en todo el contorno del talón y la región lateral interna del pie, desde los dedos hasta el tobillo.
Esta manipulación agradable beneficia a los distintos músculos de la planta y activa asimismo la circulación sanguínea de retorno.
Se realizan suaves círculos con las yemas de los dedos alrededor del tobillo interno y externo.
De esta forma se ayuda a descongestionar la región del tobillo a través de la estimulación de la circulación sanguínea y linfática.
Aplicados por la noche, estos automasajes ejercen un efecto neurosedante que favorece un descanso profundo y reparador.
Con las palmas de las manos se aplican suaves fricciones en los pies, desde los dedos en dirección a la pierna, ejerciendo una ligera presión.
La finalidad es favorecer la circulación de retorno.
Esta manipulación favorece la movilización de los residuos celulares del pie y ayuda a descongestionarlo, así como a regular su temperatura cuando están fríos.
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